Catalina nace en Florencia en 1519 en una familia de nobles
italianos venidos a más a base de intrigas, dineros y provechosos casamientos.
Su padre Lorenzo II fue gran amante de las artes y las letras (Maquiavelo le
dedica en 1513 su libro El Principe) y muere a causa de la sífilis unos días
antes del nacimiento de la que fue su única hija. Madelaine, su madre
pertenecía a una influyente familia francesa refinada y muy rica, muere al poco
de nacer Catalina.
Huérfana en un mundo de hombres fue, desde su nacimiento
condenada a ser moneda de cambio para futuros y provechosos matrimonios, tal
era el futuro de las mujeres nobles. Educada con esmero en conventos y palacios florentinos, bajo la rígida y
atenta mirada de su tío y «benefactor» el papa Clemente VII que miraba de reojo
como su duquesita se convertía en una encantadora alhaja que con un poco de
suerte podría colocar en alguna de las cortes europeas.
Catalina era delgada, no muy alta, de rasgos poco delicados
pero extraordinariamente ágil de mente, inteligente, culta, meticulosa y
paciente, sobre todo paciente. Educada para servir, sufrir, callar y conspirar
representó a las mil maravillas el papel para el que había sido diseñada.
Cuando Francisco I de Francia pidió para su segundo hijo Enrique, Duque de Orléans, la
mano de Catalina su encantador tío se frotó las manos diciendo que había jugado
«el mejor partido del mundo», todos sus desvelos habían dado suculentos frutos,
la niña por fin colocada en la ansiada corte francesa.
Catalina, con catorce años se dirige a Francia para casarse
con un adolescente con el que tuvo diez hijos, al que amó desde el primer momento y al que nunca
consiguió conquistar.
Su extravagante boda
se celebró en Marsella en 1532 en medio de un delirante desvarío de fastos,
espectáculos y regalos. La que unos años más tarde se convirtiera en reina de
Francia tuvo que soportar con absoluta elegancia a la amante de su marido,
Diana de Poitiers, noble y astuta dama que en muchas ocasiones ejercía como
autentica soberana; vivió a la sombra en su palacio esperando con una paciencia
y un tesón admirables, su momento. A la muerte de su marido adquirió el
protagonismo que siempre le habían negado convirtiéndose en madre del rey y más
tarde, a la muerte de su hijo FranciscoII, en regente
Como digna noble florentina, refinada y culta, Catalina
llega al corte acompañada de un enorme séquito de modistas, peluqueras, joyeros
y cocineros empeñados en modernizar las costumbres y las mesas de los palacios
franceses. Son famosos sus banquetes en Fontainebleau en los que toda una corte
de cocineros italianos presentaban ante los estupefactos comensales platos
hasta entonces insospechados y desconocidos. Famosa es la enorme afición de
Catalina por las guarniciones a base de alcachofas, espárragos y espinacas, el
gusto por los platos cocinados con zumos de frutas, la incorporación del azúcar
en los postres venido de oriente a través de Sicilia y sobre todo por la
aparición de las pastas y los helados venidos de la lejana Persia en las mesas de
los nobles franceses. Gracias a la «moderna italiana» se pusieron de moda
las ceñidas cinturas de avispa con
complicados y tortuosos corsés y el uso del tenedor, precioso objeto venido de
oriente que guardaban con celo en cajas de maderas talladas.
Las cocinas y las mesas de los nobles franceses incorporaron nuevos usos y productos llegados
de oriente a través de Italia, sentando las bases de lo que en poco tiempo se
convertiría en la gran cuisine francaise
del siglo XVII .
-Un pollo entero troceado
-Dos buenas cebollas
-Un vaso de vino
blanco
-Dos naranjas grandes
-Sal y aceite de
oliva.
Ponemos en una cazuela una base de aceite y doramos los
trozos de pollo previamente salados. Una vez dorados se ponen las dos cebollas
picadas, el vaso de vino y el zumo de las naranjas. Se deja cocer todo junto
hasta que el pollo este tierno, las cebollas deshechas y la salsa espesita.
Servir acompañado de unos corazones de alcachofas hervidos y aliñados con sal ,aceite y limón.
Servir acompañado de unos corazones de alcachofas hervidos y aliñados con sal ,aceite y limón.